viernes, 20 de febrero de 2009

En la banca de una iglesia 3




Esto no me puede estar pasando a mí… Ya la situación era una mierda, y ahora…
Por más que Yoselin trataba de asimilar lo que sucedía, su cuerpo y su mente solamente podían pensar en negro o en blanco, no recordaba ni los colores.
- Señora, ¿no se lo esperaba verdad?- Le dijo la señorita del Laboratorio.
- La verdad no… bueno esperaba…, no mas bien deseaba otra cosa.- Alcanzo a murmurar Yoselin.
El golpe de la noticia hizo que Yoselin desvaneciera por un momento y cayera al suelo. Cuando pudo abrir los ojos, vio la cara asustada de la señorita del laboratorio que le decía.
- ¿Se siente mejor? ¿Quiere que llamemos a alguien? ¿Al Papá? ¿O a sus Papás?
Yoselin se sentó, y respiro hondo.
- No tenga pena señorita, con mis papas lo hablare en su momento, y… yo se que no me va usted a creer, pero el Papá… no se realmente quien es el papá…

La cara de sorpresa de la señorita, dijo más de cien palabras, una extraña mezcla entre estupor, sorpresa y enojo.

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-Holaaa Mamaaa, - Entro saludando Yoselin a la casa, lanzando la mochila a un sillón de la sala y el sweater del colegio a una silla del comedor.
- Ya veniste mijita- contesto la mama con un beso en la mejilla.
- No Mama, todavía vengo en camino.
- No te burles, ¿vas a almorzar?
- Son las cinco de la tarde… mejor ceno después

Realmente Yoselin no salía tan tarde del colegio, pero sus papas desde pequeña la habían inscrito en un colegio que quedaba al otro lado de la ciudad, Quizás con el afán de esconder un poco sus dificultades económicas.
La casa de Yoselin quedaba en una colonia que al principio era residencial, pero con el pasar de los años se había rodeado de asentamientos y colonias populares alrededor.

- Ese ruletero es una desgracia mama, para venir a la colonia se tarda lo que le da la gana, deberías decirle a mi papa que te compre carro así me vas a traer. Este era un reclamo común para Yoselin, no le gustaba realmente subirse al transporte urbano.
- No seas así con tu papa, no ves que se lo lleva la fregada y tú exigiendo.
- Te acompaño el Teacher? Dijo su mama.
- Hasta donde siempre mama, el resto como siempre. Caminando


CONTINUA

En la banca de una Iglesia 2


Yoselin sintió que se le tapaban los oídos, y un sabor metálico en la boca al leer el pequeño papel que le habían dado. Las letras parecían difusas, excepto las que eran mas grandes y negras que las demás.

POSITIVO.
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-Buenos días señoritas, hoy vamos a trabajar potenciación.

Estuardo no podía evitar sudar cuando hablaba en público, le resultaba incomodo. Ser hijo único había marcado su personalidad con el hierro al rojo vivo de la timidez.
Su mama, Doña Catalina, lo había criado como lo hace toda mama sola, para ella el era su mundo. Incluso tuvo la intención de acompañarlo al colegio el primer día de trabajo. Como si de la entrada al Kinder se tratara, y hubiera tenido éxito de no haber protestado enérgicamente Estuardo. Sin embargo, en el fondo, El hubiera querido que ella le acompañara.
Las primeras semanas de clases sirvieron para que Estuardo se fuera acostumbrando a su relación con ese monstruo con más de 20 caras, todas infantiles pero atemorizantes.

- Teacher, Teacher. Yo no traje mi libro, ¿me presta el suyo? – Dijo Claudia, Que siempre encontraba alguna excusa para atraer la atención del “Teacher Stuard” como ya le llamaban ella, y algunas de la clase.
- Claudia, yo tengo que dar clase-
- A la Teacher no sea malito… - Dijo Claudia, dejando caer levemente la cabeza a un lado y recogiéndose el pelo por encima de la oreja mientras se recostaba en el escritorio.

A Yoselin, la actitud de Claudia no le sorprendía, Claudia tenia historia de coqueta, pero era su amiga y juntas se divertían mucho, las ocurrencias de Claudia siempre le sorprendían.

- No molestes al Teacher, no ves como se avergüenza! – Alcanzo a decirle Yoselin al oído a Claudia, mientras el Estuardo sacaba unas anotaciones del libro para podérselo dar a Claudia.
- Es que Estuardo… Estuardo. ¡¡Estoy que ardo!! Comento Claudia mientras el grupito estallaba en risas.



CONTINUA

jueves, 19 de febrero de 2009

En la banca de una Iglesia 1



Señora le tengo buenas noticias…
Yoselin, inicialmente no logro digerir porque la señorita detrás del escritorio, le decía “Señora” mucho menos por que, le tenía “buenas noticias”.

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Las matemáticas nunca habían sido la materia favorita de Yoselin, de hecho, en cuarto bachillerato la había pasado gracias al curso intensivo que llevo a fin de año. Lo de ella era historia, prefería sumergirse en las situaciones humanas que navegar en los números. Para ella no eran mas que fríos símbolos que no daban lugar a divagar o imaginar, eran implacables y no distinguían entre buenos y malos o blancos y negros.
Historia, por el contrario, le resultaba fascinante. Le agradaba ver como podía esta, ser vista de maneras tan disímiles, dependiendo de quien la contaba. Pasando los “Buenos” a ser “Malos” y viceversa.

Pero ese primer día de clases no se pintaba bien.
El frío calaba los huesos, el escritorio que le había tocado, estaba justo en el sitio donde el aire entraba por la puerta y le pegaba en las piernas. Nunca había tenido problemas con los primeros días de clase, le gustaba ver de nuevo a sus amigas, y desde niña disfrutaba las loncheras y mochilas nuevas. El olor a plástico nuevo de los cuadernos inmediatamente la llevaba a esos días de enero.
De pronto un bullicio interrumpio la entrada el aire y entro una mezla de ruido y confusiòn.

- Buenos días. Entrò diciendo Sor Juanita, la directora del colegio. Una monja que casi eran dos. Cada vez que Yoselin la miraba la imaginaba como el volcan de ropa sucia de su casa, un poco amorfa.

Todas se pusieron de pie, como era costumbre.

Yoselin se levantò, restregándose los muslos pues el frío este ya había subido hasta ahí, cuando levantó la vista, pudo ver a la fila de maestros que empezaban a formarse frente a la clase, mientras sor Juanita barajaba varios papeles que llevaba en la mano. Yoselin reconoció a sus maestros del año anterior, excepto al muchacho que había entrado de ultimo. Inmediatamente Yoselin dejo de frotarse los muslos y examino al muchacho que evidentemente no era mucho mayor que ella y al que se le notaba pálido de estar frente a todas esas muchachas.

Yoselin lo examinò todo, le agradó ver sus zapatos lustrados, como le tallaba el pantalón y el impecable quiebre sobre las rodillas. El suéter café que llevaba hacía juego con sus ojos color miel y su pelo, un poco largo para su gusto, pero que le sentaba bien. Le recordaba a un mêdico de una serie de televisión que le gustaba a su mamá, y le imaginò el acento australiano del personaje. Sus ojos se toparon con los de el mientras le examinaba pero los dos reaccionaron volteando la mirada hacia otro lado como lo hacen dos polos positivos de un imán.
Yoselin presintiò que su dia empezaba a cambiar, no tenia idea de como cambiarìa, no solo el dia, si no el resto de su vida.


CONTINUA