martes, 2 de diciembre de 2008

El Patio trasero


No M´ijo, en ese patio, los grillos, ¡¡son gigantes!! Yo mismo me monto en ellos para domarlos… Los agarro de las antenas y saltan hasta cansarse, si no… ¡¡Ya se hubieran comido a tu abuela!! – Decía mi abuelo mientras daba saltos, como si de verdad estuviera montando un grillo salvaje.

Recuerdo esa frase de mi Abuelo como si hubiera sido hace cinco minutos, cierro los ojos y puedo verlo… mirada cansada, camisa de franela y el penetrante olor a cigarro que lo acompañaba mas de cerca que su sombra.
¡¡Agua!! Era el grito de mi Madrina con la que hacía el amable reclamo para que dejáramos de usarla y tomar su baño. Me asustaba en ese entonces, ahora, no puedo evitar una sonrisa interna.
No puedo separar el recuerdo de mi Abuelo y mi Madrina de ese patio trasero que siempre estuvieron, todos, llenos de tesoros.

Mis más entrañables recuerdos están entrelazados con ese pedazo de tierra. Mi primera carrera en bicicleta ¡sin rueditas! La gran carpa de circo en que dormimos durante el terremoto. Las interminables chamuscas que tenían medio tiempo para almuerzo y cuando la noche ya imperaba, al perder la cuenta de las anotaciones, terminaban con el consabido “último gol, gana”.

En el medio de este patio se levanta un árbol, un aguacatal, mudo testigo del paso de generaciones, viejo amigo de todos en la familia, este inamovible compañero fue durante muchas noches en la carpa, la mesa de noche de mi abuelo, fue también el paral izquierdo de una portería y semáforo en las carreras de bicicletas con mis hermanos.


Cada vez que de casualidad, visito este patio, los recuerdos se agolpan en mi cabeza como cuando se destapa una gaseosa… A borbotones.
El árbol sigue ahí, al igual que mis recuerdos, pero no mi Abuelo ni mi Madrina. El día que ese patio ya no exista, los recuerdos permanecerán, pero habrá terminado el detonante de recuerdos que significa.

lunes, 1 de diciembre de 2008

La Ignorancia


La ignorancia es uno de los lastres más difíciles de cargar, tanto en la persona como en una sociedad. Tratando de no antropomorfizar la situación, la ignorancia de cada persona hace una monstruosa ignorancia colectiva.

La ignorancia causada por el costo de oportunidad de la supervivencia no es aquí el motivo de reflexión, si no más bien la ignorancia causada por la persona misma.
Blaise Pascal decía que es un imperativo moral, esforzarse cada día por entender y aclararse las ideas, dando así la noción de que lo que sabemos no necesariamente es la verdad y es nuestra obligación mantener la mente abierta al debate y al conocimiento.

Es triste ver que muchas personas, satisfacen su necesidad de conocimiento únicamente por medio de sofismas aprendidos con anterioridad, o a traves de conversaciones, aceptando estas, sin ni siquiera cuestionar su validez o profundizar en ellas, aunque sea por simple curiosidad.

Este tipo de ignorancia autoinflingida es quizás la más peligrosa, pues de esta manera se comete el grave error de descartar, desde un principio, el arte del “debate de ideas” que resulta tan enriquecedor, con el fin de cumplir con nuestro imperativo moral según Pascal.

No hay nada más deprimente que intentar dialogar con una persona acerca de un tema controversial, por lo tanto interesante y toparse con el muro de la ignorancia que hace imposible el libre intercambio de ideas. Es triste toparse con un haragán intelectual, que prefiere mantener “sus” verdades en lugar de cuestionar lo que sabe o cree saber.

Personalmente recomiendo el orgasmo intelectual que acrecienta conocimientos por la vía de la discusión de ideas.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Reflexiones difusas






Es difícil sentarse a escribir y contar una historia, sobre todo cuando es la primera vez… no se puede negar. Siempre las primeras veces, todo cuesta.
A mi me debe haber costado mucho caminar, nunca he sido muy bueno en eso de mantenerme equilibrado, también me costo hablar, besar y ¡hasta pensar sin prejuicios ni preconceptos!
Contar una historia, tiene ciertos requisitos pero el mas importante, sin duda, es tener una historia que contar. Pero lo que causa placer, es contarla.
Hojeando la prensa vi la enorme cantidad de historias que esboza pero que no dibuja y mucho menos colorea, las deja así, como simples… “noticias”.
Hoy 25 de Noviembre de 2008 aparece en Prensa Libre en un cintillo apenas sin importancia, una noticia de esas a las que cada vez, nos vamos volviendo más inmunes…

“Matan a piloto y ayudante de bus en ruta de San Lorenzo a Antigua Guatemala”


San Lorenzo 3:45 AM…

-¡Mijo! ¡Ya tiene su café! ¡Si no se apura, se enfría!
- Ya voy mama, solo agarro valor… ¡Puta hoy si está haciendo frío!, pero ni modo o me baño, o me llevo al chance el tufito de la Silvia.
- ¡Mamá! ¿¡Me lavó la camisa roja con azul!? -…Dijo Juan, mientras se acercaba a la pila, que estaba frente al comedor, cocina, sala y dormitorio de chuchos que era un cuartito empacado en lámina, como cajita fuerte, pero sin mucho de valor dentro.
- Si M´ijo ¿la que dice Barca… o Barco?
- Es Barça mama, mi equipo, junto con los rojos, no chinge.

Su Mamá, cuando hacia mucho frío, le calentaba un poco de agua, pero era martes y los martes tenia que poner los frijoles temprano, por que si no, no estaban listos para los almuerzos de la familia.

El frío ese día era en especial fuerte, Aun no había clareado y la aventura nocturna de Juan lo había empujado a tomarse los minutos extra mas reconfortantes que uno puede tomar, … los de antes de levantarse. Se apuraba pues no era la primera vez que llegaría tarde al trabajo. El dueño de la camioneta seguro lo regañaría, el se daba ese lujo, pues no había ya mucha gente que quiera trabajar de piloto de bus. El ya era el mas veterano de todos en la empresa, con 8 meses de corrido.

Cuando el pecho de Juan recibió el primer guacalazo de agua fría, el dolor fue especialmente punzante, muy fuera de lo normal, tanto, que hasta sintió que el agua fría le había atravesado el pecho y le salía por la espalda.

-¡A no! ¡Mi huevo! Mejor me voy con tufo, por que esta mierda no se aguanta…
- Báñese M´ijo… Dijo pausadamente su Mamá – Después dice la gente que uno no les enseña.
- No mamá, de todos modos ya voy tarde. Déme mi camisa.
- Ahí está, en el lazo. – Contestó su mama, a tiempo que recibía, casi con desgano, el último beso de Juan. Ese beso que una madre intenta muchas veces, dolorosamente sin éxito, recordar por el resto de sus días.

Juan camino el mismo camino que había utilizado desde niño. Desde su casa a la calle principal de San Lorenzo, atravesó el campo de futbol engramillado con tierra, descaminando sus huellas de la noche anterior.
Cuando llegó al predio su ayudante el “Regetonegro” ya había puesto a calentar la camioneta. El sobrenombre del ayudante era debido a su, casi religioso gusto, por el género musical y el bien acentuado color de su tez.

- ¿Que onda Regeto? ¿Como amaneciste?, Saludó a su amigo dándole una palmada en la cabeza.
- Yo bien vos, feliz por que tú equipito de fut, no funciona sin Messi. Y se los llevó la chingada ayer.
- Lo hacemos para que descansen las estrellas, y para que los mulas se ilusionen.
- El Viejo ya preguntó que donde chingados andabas- Dijo el Regeto
- ¿Y vos que dijiste?
- Que ya habías venido, por eso encendí esa mierda



La Camioneta ya se encontraba parcialmente llena, básicamente con la gente que de San Lorenzo iba a trabajar en Pastores, pues ahí dejaba más de la mitad del pasaje, en el mercado de Antigua Guatemala, cerraba la ruta.

-Echeme una mano pues Juan. A subir los bultos, Usted me los tira y yo los cacho allá arriba ¡órale! -Le dijo El “Regetonegro” a Juan, mientras corría por la escalerilla posterior del bus.

Juan balanceaba los bultos con los brazos estirados, visto desde lejos, parecía un reloj de péndulo, que después de agarrar suficiente carrera, soltaba su carga, directamente en las manos del Regeto.
Cuando ya el bus estuvo cargado, y el pasaje completo, El viaje hacia el final, se emprendió.

- Prendase el equipo pues. – Reclamo el Regeto.
- ¿Y por que no mejor oímos alabanzas? Bromeo Juan.
- Usté… hágame caso. Le dijo el Regeto a Juan, con el dedo índice perpendicular a la frente de Juan.

El ruido de golpeteo de válvulas de el motor y los amortiguadores que hacía tiempo necesitaban cambio, fueron en totalmente acallados por las rítmicas percusiones de la música.
Juan meditaba respecto a la noche anterior. La Silvia, al fin, había aceptado darle una “prueba de amor”. Así le había dicho el. Pero realmente lo único que el buscaba, era probarse a si mismo, que su poder de convencimiento seguía intacto. No era la primera chica que convencía con el mismo argumento, y lo mas curioso, era que tampoco el era “el único” que utilizaba el mismo argumento, Y eso lo ponía a pensar. ¿Será que realmente él había conseguido lo que quería? O La Silvia le había jugado magistralmente, y en realidad el había ganado el partido, pero iba a perder irremediablemente… El campeonato.

Entre el ruido de sus pensamientos, y las percusiones de la música, Juan no se percató que, cuando el Regeto cobraba el pasaje y se acercaba por el pasillo, un muchacho que estaba sentado a dos asientos de el, se levantó y sin mediar palabra, disparó al Regeto en la cabeza justo por detrás de la oreja.
Los gritos de la gente, acentuaron la presión que sintió Juan en los riñones, y el tiempo que tardo en reaccionar fue suficiente para que sus oídos se taparan y empezara todo a correr como en cámara lenta.
Se levantó y se volteo, alcanzando a ver a la cara al sujeto, que le miraba fijamente con ambos ojos y un cañón.

- ¿Por que?- Fue lo que pudo articular Juan.
- Vos, sos un mensaje a tu jefe, no quiere pagar las 2,000 varas, esto y vos, ¡se mueren! Dijo el tipo poniendo el pie sobre el cuerpo del Regeto, que jamás volvería a tener ningún tipo de ritmo. Ni de baile ni cardíaco.

Juan no alcanzó a pensar si esto era justo, o si era correcto. Solo sintió tristeza por lo que dejaba y miedo por lo que venía. La única certeza que se tiene es la muerte y sin embargo nunca imaginamos el como.
Pudo ver un fogonazo tras otro, no contó cuantos… Pero los sintió. Y los sintió exactamente en el mismo lugar, donde más temprano, ese día, el agua helada había presagiado el dolor y el sitio exacto por donde sus sueños abandonarían su cuerpo.